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Julio de 2020

Enseñanza del Derecho. Una experiencia a distancia… ¡de Historia del Derecho!

Fernando Sanquírico Pittevil

Profesor en la Universidad Monteávila, Universidad Central de Venezuela y Universidad Católica Andrés Bello. Director del Centro de Investigación y Estudios para la Resolución de Controversias (CIERC) de la Universidad Monteávila. Subdirector de Derecho y Sociedad. Coordinador del Programa de Estudios Avanzados en Arbitraje de la Universidad Monteávila. Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Venezolana de Arbitraje para el período 2019-2021

 

Dedicarse a la enseñanza de cualquier área del conocimiento, es sin duda un gran reto. Implica constancia, dedicación, continuo aprendizaje, mucha humildad, y sobre todas las cosas, implica el interés y preocupación constante del profesor por sus estudiantes. Ese vínculo que existe entre el profesor-alumno tiene una carga de responsabilidad mutua, en donde el profesor debe estudiar mucho para enseñar, y sus estudiantes deben estudiar mucho para aprender.

Pero la enseñanza no es solo un tema binario (profesor-alumno), sino que la institución –en mi caso, la Universidad– tiene un rol fundamental, para ayudar y permitir que el fin último de la enseñanza se logre: el aprendizaje. Y es que no existe el profesor sin la Universidad, pero no hay Universidad sin alumnos.

Así, los alumnos buscan en la Universidad un servicio, que esta presta a través de sus profesores. Si esto se olvida o pierde su norte, entonces el aprendizaje, lamentablemente, se pierde.

Como dijimos, una de las tareas del profesor es estudiar para enseñar, y en la era del liderazgo en la que nos encontramos, entre los roles que tiene el profesor es también, aprender a enseñar con su ejemplo, y parte del ejemplo que nos toca dar es sobreponernos a las circunstancias.

Enseñar Derecho en Venezuela tiene una carga difícil y complicada, muchas veces esotérica, por razones que no hace falta explicar, pero una pandemia que nos obliga a quedarnos en casa, hace que enseñar, y enseñar Derecho, sea más retador aún.

Debo confesar que luego de un semestre de enseñanza a distancia, no entiendo cómo haya aún quienes dicen que esto “los agarró desprevenidos”. Me explico: en Venezuela ya hemos tenido que adaptarnos a algunas circunstancias de enseñanza a distancia por diferentes razones: sociales, políticas y culturales. Pero por si esto no fuera suficiente, marzo 2020, mes de inicio de la cuarentena venezolana, llegó avisado; esto es, ya había otros países y experiencias que habían comenzado a prepararse para la pandemia. ¡Por qué nosotros no!

A pesar de la falta de previsión, muchos profesores nos dedicamos a adaptarnos y a avanzar en nuestra tarea: enseñar. Pero pretender que la educación a distancia iba a ser igual era engañarnos. Los estudiantes, en su búsqueda de aprendizaje, requirieron más esfuerzo del profesor: más presencia, más material, más liderazgo, más ejemplo; incluso, más guía.

Ese esfuerzo, específicamente para una materia como Historia del Derecho, requirió destrezas adicionales que permitieran a los estudiantes mantenerse interesados y motivados a aprender, una materia que usualmente es considerada como pesada y aburrida. Como profesor de esta materia, mis ocupaciones eran lograr que los estudiantes entendieran la materia y su importancia, y se mantuvieran con ganas de conectarse en cada sesión. Mi preocupación era, más que todo, lograr que los estudiantes aprendieran.

Desde el punto de vista del profesor, sin duda, lograr los objetivos a través de clases presenciales ya es un reto en sí mismo; intentarlo y lograrlo a través de clases virtuales es igualmente un reto, pero no mayor, solo es distinto. Y créase o no, los estudiantes han entendido el rol que les toca, y en muchas ocasiones, han manejado la circunstancia con mayor responsabilidad.

Creer que los estudiantes venezolanos son irresponsables o tontos, es no entender el contexto en el que se desenvuelven, ni darse cuenta lo que realmente son. Con respeto a opiniones disidentes, son más los estudiantes que acuden a las aulas de clases o que se conectan constantemente en las sesiones virtuales, los que participan y enriquecen las sesiones, que aquellos que no lo hacen. Es por ello que, partir del punto de que el estudiante es flojo por naturaleza o se conecta en la sesión por hacerlo, es entender mal la realidad, y partir de un punto de vista (jurídico, incluso) impensable: la mala fe del estudiante.

Podrán existir estudiantes flojos, estudiantes malos o mediocres, pero la tarea del profesor es dedicar más empeño a estos estudiantes, en vez de denigrarlos. La tarea del profesor, sobre todo a distancia es tener la posibilidad de motivarlo y hacerlo mejor. Al final del día, el estudiante es, en la mayoría de los casos, reflejo de sus profesores.