18 de enero de 2023

Mariolga Quintero Tirado, una semblanza (a propósito del Premio en su nombre de la Fundación En Plural)

Alberto Blanco-Uribe Quintero

Profesor de la Universidad Central de Venezuela

En 1967, Mariolga Quintero Tirado se graduó, con honores, de abogada, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), y de inmediato se inició en una de sus pasiones más profundas, cual fue la docencia universitaria, como profesora de Derecho Procesal Civil, primero en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y luego en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En efecto, llegó a ser Profesora Titular y recibió la máxima condecoración otorgada por su amada Alma Mater: la Orden “José María Vargas”, en Primera Clase. En su trayectoria universitaria, entre otras posiciones, llegó a ser Jefe de Cátedra de Derecho Procesal Civil y Jefe del Departamento de Derecho Procesal.

Su vocación formadora se extendió ininterrumpidamente hasta su fallecimiento en 2013 (partió pocos días después de su última clase). En el pregrado siempre en los ámbitos del Derecho Procesal Civil I y II, y en la Práctica Jurídica III, como Coordinadora/Fundadora de la Clínica Jurídica, dando desarrollo a la enseñanza clínica del Derecho.

Y en el postgrado, siendo su enseñanza preferida la Teoría General del Proceso y la Teoría General de la Jurisdicción, se paseó por varios ámbitos procesales, llegando a ser la Coordinadora/Inspiradora de la Especialización de Derecho Procesal de la UCV.

En su labor docente, siguió siempre la escuela de la enseñanza activa, crítica y socialmente comprometida, en la cual la fue sumergiendo su entonces profesor de Derecho Procesal Miguel Santana Mujica, que luego convertiría en su segundo esposo. Con Sócrates, Bello, Rodríguez y Paulo Freire como linternas, no se limitó a impartir teorías, sino que dedicó el aula al análisis crítico, al cotejo con la realidad de los estrados, y fue más allá llevando el aula a los sectores socioeconómicamente vulnerables, con la enseñanza clínica del Derecho. Su amor por la docencia la llevó a postgraduarse en Educación en la Universidad Simón Rodríguez.

Claro que sus enseñanzas no se limitaron a las aulas de esas dos prestigiosas casas de estudio, pues efectuó un amplísimo trabajo de difusión del Derecho Procesal Civil, como profesora invitada en diversos postgrados y eventos académicos propios, tanto a prácticamente todos los Colegios de Abogados del país, como a muchas otras universidades o núcleos universitarios a lo largo de la geografía nacional. Fue, sin duda, una insigne conferencista, que asociaba el conocimiento al humor y a la poesía, y se rozó con los grandes del Derecho Procesal en el mundo, como miembro del Instituto Internacional de Derecho Procesal y del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, llevando lo mejor de esta ciencia jurídica a los estudiosos del país, de mil formas, incluida su labor como Presidente/Fundadora del Instituto Venezolano de Estudios de Derecho Procesal (INVEDEPRO).

Refería que una de sus pasiones más profundas fue la docencia, pues entre muchas otras estuvo la investigación. No solamente la que llevó a cabo para la preparación de sus clases y conferencias por más de 40 años, sino la que dejó publicada para la posteridad, en libros y multitud de artículos, donde podemos destacar títulos como: “Justicia y realidad: un enfoque analítico de la administración de justicia en la Venezuela contemporánea”, “Futuro del derecho procesal en Venezuela”, “Las medidas cautelares frente a los retos del nuevo milenio”, “Tutela anticipada. ¿Hay, en verdad, planteado un desafío más intranquilizador y decisivo?”, “La prueba entre la oralidad y la escritura”, “Figuras emblemáticas de la justicia constitucional en Venezuela”, “La tutela judicial efectiva ambiental”, y tantos otros sobre los temas más diversos del Derecho Procesal.

Pero esas profundas pasiones que la caracterizaron no se limitaron a las aulas de clase y los podia de sus innumerables ponencias, pues se extendieron a los estrados tribunalicios, siendo el ejercicio de la abogacía, el litigio, unas de sus vocaciones más arraigadas, que también ejecutó hasta escasos días antes de partir. Su labor como litigante estuvo siempre ceñida a los imperativos éticos, particularmente los magistralmente esbozados por el maestro procesalista uruguayo Eduardo Couture, en sus “Mandamientos del Abogado”. De hecho, uno de los aspectos que más la inquietó en los últimos tiempos fue el del “Fraude Procesal”, a lo que le dedicó líneas y voces, en un intento de reflexión y mejora en la práctica de los colegas.

Y también asumió la posición del tercero imparcial, pues llegó a ser conjuez, juez especial de veinte causas y árbitra en la Cámara de Comercio de Caracas.

Es realmente para mí un honor, en mi condición de hijo de la Profesora y Doctora en Derecho Mariolga Quintero Tirado, hacer esta breve semblanza de la vida profesional y académica de esta insigne jurista, al objeto de que su vida y su obra sean motor suficiente para motivar a los estudiantes de derecho y profesores de la UCV, y a los jóvenes abogados egresados de la UCV, a encaminarse en la senda del estudio y la divulgación del Derecho Procesal. Y no necesariamente del Derecho Procesal Civil, pues la misma Profesora estudió y ejerció el Derecho Procesal en muchas de sus diversas ramas, siempre desde la óptica de los Principios Generales del Proceso: Derecho Procesal Marítimo, Derecho Procesal Ambiental, Derecho Procesal Internacional de Familia y de Niños, Niñas y Adolescentes, Derecho Procesal Mercantil, Derecho Procesal Constitucional y Amparo Constitucional, Derecho Procesal Administrativo, Arbitraje, etc.

Conmigo lo hizo. En efecto, mi camino profesional, del cual hoy en día estoy retirado, luego de casi 40 años, se enmarcó dentro del Derecho Público, con mis postgrados en Derecho Administrativo (en la UCV); en Derecho Constitucional, Derecho Administrativo, Derecho Tributario y Derecho Ambiental (en la Universidad Robert Schuman, Francia), y en Derechos Humanos, Justicia Constitucional y Garantías Constitucionales (en la Universidad de Castilla-La Mancha, España), que me permitieron profundizar más en lo procesal, desde la perspectiva de la idea de constitucionalización del proceso, siendo litigante en Derecho Procesal Ambiental, Derecho Procesal Administrativo, Derecho Procesal Constitucional y, por lo que soy más conocido por mi obra escrita y mi docencia, Derecho Procesal Tributario.

Para la Profesora Mariolga Quintero Tirado, la Teoría General del Proceso, la Teoría General de los Derechos Humanos, los Principios Pro Homine y Pro Actione, y los valores axiológicos del Estado Constitucional de Derecho, representan el norte de la actuación del buen abogado, asumiendo al Derecho Procesal como el Derecho en movimiento, el Derecho que es capaz de tornar realidad las expectativas contenidas en los enunciados teóricos del Derecho sustantivo, en definitiva, el Derecho Procesal es el “Derecho Vivo”.

No en balde aplaudió con toda la esperanza posible la norma del artículo 257 de la nunca realmente vigente Constitución de 1999: “El proceso constituye un instrumento fundamental para la realización de la justicia…No se sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales”, pues se positivizaba el querido cuarto mandamiento de Couture: “Lucha. Tu deber es luchar por el derecho: pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”. Un aprendizaje, casi ignorado, cuando no olvidado o despreciado, que ya nos lo hacía evidente Víctor Hugo, en su maravillosa obra “Los Miserables”.

La Profesora Mariolga Quintero Tirado, mi madre, nunca dejó de acudir a diario a estrados, a sus queridos tribunales, como tampoco a las aulas, a sus amados salones, ni siquiera en la semana final de su vida, para hacer eso que tanto le gustaba: abogar por una buena causa, pensar en Derecho, argumentar, replicar, contrareplicar, probar y dar clases.

Como hijo y exalumno suyo, estoy seguro que hoy habría agradecido el gentil gesto de los creadores de este “Premio Mariolga Quintero Tirado”, la Fundación En Plural (www.enplural.com), presidida por Antonio Silva Aranguren, y en especial a su promotor, Salvador Benaím Azaguri, a través de un poema especialmente concebido para la ocasión. Sus sentimientos continuamente afloraban en sus expresiones.

Respetados estudiantes, profesores y jóvenes abogados, el mejor homenaje posible a la labor de esta excelsa jurista, recordándola o evocándola con una sonrisa, haciendo votos emotivos y estimulantes en pro de sus logros, cometidos y éxitos, es empeñarse en profundizar y difundir el estudio y la investigación en Derecho Procesal. Emúlenla asumiendo el compromiso social y crítico por el que tanto luchó.

Como mensaje de mi mamá, y en palabras de Couture, “Tengan fe: Fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la Justicia, como destino normal del Derecho; en la Paz como substitutivo bondadoso de la Justicia; y sobre todo, en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz”.

Gracias a la Fundación y a su patrocinante, gracias a los participantes, ganadores o no (todos ganamos), por sus esfuerzos en pro del conocimiento del Derecho Procesal.

 

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